
Por: Ing. Rafael A. Sánchez C.
“El avisado ve el mal y se esconde; mas los simples pasan y reciben el daño.”
(Proverbios 27:12 – RV1960)
El peatón es la primera célula del tránsito y, paradójicamente, la más olvidada.
Quien camina la ciudad, quien la sufre a pie, quien se enfrenta al asfalto sin escudo, es muchas veces quien menos protección recibe.
Las grandes avenidas de Santo Domingo —Las Américas, 30 de Mayo, Independencia, John F. Kennedy, 27 de Febrero, entre otras— exhiben una carencia que duele y alarma: la ausencia, abandono o inutilidad de los pasos peatonales elevados, esos puentes que deberían ser guardianes de la vida humana.
En un país donde los accidentes de tránsito ocupan el segundo lugar en causa de muertes no naturales, y donde según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se registran más de 3,000 fallecimientos viales cada año, el descuido hacia la seguridad peatonal es un reflejo de un sistema vial que todavía no aprende a priorizar la vida sobre la velocidad.
“La civilización de un pueblo se mide por el respeto que muestra hacia sus peatones.”
Mahatma Gandhi.
Resulta inconcebible ver cómo animales cruzan por los pasos elevados, mientras seres humanos los ignoran, descienden por debajo o atraviesan entre el peligro.
Una escena triste, insólita y alarmante que retrata una falla doble: estructural y educativa.
Algunos puentes peatonales, especialmente en la autopista Las Américas, carecen de escaleras funcionales, rampas o mantenimiento básico.
Otros están deteriorados, sin iluminación ni señalización, convertidos en simples adornos de hierro y concreto.
Pero igual de preocupante es la falta de educación vial, la costumbre temeraria de desafiar la muerte por ahorrarse unos pasos, o la indiferencia de las autoridades ante esta peligrosa costumbre.
“Nada revela mejor el carácter de una nación que el modo en que organiza sus calles.”
Goethe.
Desde mi natal y querido Vallejuelo, la sabiduría campesina sentencia con verdad sencilla:
“El que no respeta el paso, tropieza con su propio pie.”
Las autoridades municipales, la Digesett, el Ministerio de Obras Públicas y los cabildos locales deben actuar con urgencia, planificación y moral, rehabilitando los pasos peatonales, iluminándolos, limpiándolos, y sobre todo, educando a la población sobre su uso correcto.
No basta con construir estructuras; hay que construir conciencia.
REFLEXIÓN FINAL
El peatón es el principio y el fin de toda movilidad urbana. Respetarlo es defender la vida, la civilización y la decencia vial.
No puede ser que crucemos por debajo cuando la vida nos pide subir. Hagamos del paso peatonal un símbolo de cultura, civismo y respeto. Porque una ciudad que no protege a sus peatones, no camina: se arrastra.
Por: Ing. Rafael A. Sánchez C.
DIOS ES BUENAZO…