
Jueves de TBT, Jueves de Caridad
Por: Ing. Rafael A. Sánchez C.
“Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?”
(Lucas 14:28, RV1960)
La reciente reunión sostenida entre las principales instituciones bancarias internacionales, el Banco Central de la República Dominicana, el Banco Mundial, y diversos organismos multilaterales marcó un punto de inflexión en el panorama económico dominicano. Más que un simple encuentro técnico-financiero, fue una radiografía del presente y un termómetro del porvenir.
El análisis global sitúa a la República Dominicana entre las economías de mayor crecimiento sostenido en América Latina, con un promedio interanual que ronda el 5.1% del PIB durante la última década, superando incluso economías emergentes del continente. Sin embargo, la esencia del desarrollo no se mide solo en cifras de expansión, sino en la calidad del crecimiento, su sostenibilidad y su impacto distributivo.
El Banco Central, con sobriedad técnica y prudencia monetaria, ha mantenido la estabilidad cambiaria y una inflación que, pese a los embates internacionales, se mantiene dentro de márgenes aceptables —4.3% acumulado al cierre del tercer trimestre de 2025, según los últimos reportes. Este logro es reflejo de una política monetaria seria, coordinada y de la confianza del mercado. No obstante, la deuda pública consolidada, que bordea el 59% del PIB, exige disciplina, visión y una estrategia de mediano plazo que evite desbalances estructurales.
El Banco Mundial, en su más reciente informe sobre el Caribe, reconoció el potencial de la economía dominicana, pero advirtió sobre la necesidad de fortalecer la productividad interna, la innovación, la transparencia en la inversión pública y la capacitación del talento humano. Es decir, el crecimiento por sí solo no basta: debe ser incluyente, ético y socialmente justo.
Decía John Maynard Keynes: “El problema no está en desarrollar nuevas ideas, sino en escapar de las viejas.”
Y como bien recordaba Adam Smith: “No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero lo que nos procura la cena, sino su propio interés.”
Ambas frases convergen en una verdad incuestionable: el progreso requiere tanto ética como eficiencia, tanto planificación como estímulo.
En mi Vallejuelo natal, solemos decir con sabiduría campesina:
“El que no guarda para mayo, no come en enero.”
Una sentencia que hoy cobra sentido ante la necesidad de practicar la austeridad inteligente, la eficiencia del gasto público y el control racional de los recursos del Estado. No se trata de restringir el crecimiento, sino de garantizar su permanencia, su equidad y su beneficio colectivo.
Es tiempo de valorar lo que tenemos, proteger lo logrado y fortalecer lo que aún falta. El país necesita más productividad, más transparencia y menos improvisación. Solo así podremos asegurar que el fruto del crecimiento económico se traduzca en bienestar humano, dignidad social y desarrollo sostenible.
Escrito por Ing. Rafael A. Sánchez C.
DIOS ES BUENAZO…!!!