Desde el punto de vista de la política práctica, todo lo que haga ruidos negativos al Gobierno es bueno para la oposición. Pues son esos ruidos, por irrelevantes que luzcan, los que provocan el desgaste de los gobiernos y ponen al electorado a mirar otras opciones de poder.

El programa de asistencia social ha estado salpicado de ruidos en los gobiernos del PRM. La Brisita de los bonos navideños este año alcanzaría tres millones de personas y la oposición se ha cebado con el mal manejo que ha tenido el Gobierno para la distribución de esos recursos.

La tormenta que provocó la Brisita ya pasó. Ahora toca evaluar el verdadero impacto político de criticar las políticas sociales del Gobierno. Antes, el PRM elaboraba cuadros para demostrar cómo supuestamente la tarjeta Solidaridad se había convertido, según ese partido, en un colchón de votos seguros para el PLD en cada elección.

Las cajas de alimentos fueron estigmatizadas y por eso con la llegada del PRM al Gobierno las cambiaron por las tarjetas con el bono de 1,500 pesos. Según el Gobierno, un modelo de dignidad. Esas mismas críticas recibió Balaguer por la entrega de la “funda colorá”. Terminaron tan desacreditadas que fueron sustituidas por las cajas del PLD.

El balance, luego del descrédito de las tarjetas de los bonos, es que todos los empaques que envuelven el asistencialismo terminan desacreditados porque, en el fondo, son remiendos de vestidos viejos con un pedazo de tela nueva.

El asistencialismo da votos y argumentar lo contrario es necedad. Eso explica que el PRM le ha tomado tanto amor a la entrega de bonos, que creó uno para el año escolar, otro para las madres y ante cualquier situación de emergencia, se inventa un bono. Lo que no se entiende es por qué la oposición, que antes fue gobierno, critica los bonos porque eso no da votos.

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