
Septiembre 1ero. 2025. Lunes inicio de la semana laboral. Lunes de Templanza
Por: Ing. Rafael A. Sánchez C.
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22:6)
Escribir sobre uno mismo y sobre la familia no es tarea fácil. Sin embargo, la vida, en su sabia dinámica, nos coloca ante momentos que se convierten en deber moral compartir, porque encierran lecciones que trascienden lo individual y se proyectan hacia lo colectivo.
Nací en Vallejuelo, ese rincón del sur recóndito, pero pujante, progresista y trabajador; un pueblo de hombres y mujeres talentosos, con un hambre indetenible de avanzar. A los 16 años partí rumbo a la universidad. Antes ya había explorado la locución y me iniciaba en el fascinante mundo de la comunicación. Sin embargo, fue en la academia donde consolidé mi formación como ingeniero industrial, profesión que abrazaba con pasión mientras trabajaba y más tarde enseñaba como docente universitario.
Y fue allí, en ese crisol de estudio y trabajo, donde conocí a quien sería mi esposa. Treinta y dos años de unión ejemplar, tres hijos fruto de ese amor: un varón y dos hembras. Precisamente, el motivo de estas líneas nace de la más reciente vivencia familiar: el matrimonio de mi segunda hija, mi primera de las dos princesas, quien el pasado sábado unió su vida a la de su compañero de colegio, tanto por la Iglesia como por lo civil.
En tiempos donde los valores parecen desdibujarse, este acontecimiento cobra una dimensión extraordinaria. Ver a una joven formarse en el seno de un hogar con papá y mamá presentes, donde el respeto, la disciplina, la autoridad bien entendida, el amor, la ternura y la integridad han sido norte, demuestra que aún es posible cosechar frutos hermosos en nuestra sociedad. Aquí mi gratitud eterna a mi esposa, mujer íntegra, honrada y honesta, que con su ejemplo silencioso, su ternura y firmeza, ha sido columna vertebral en la formación de nuestras hijas.
Hoy me detengo también a resaltar a mi hija: una mujer altamente trabajadora, austera, responsable, honesta y firme en sus convicciones. Ella es un vivo reflejo de lo que significa ser educada en valores, y esa es la mayor recompensa que como padres podemos recibir. A su lado, su esposo, un joven honorable, disciplinado y respetuoso, que ha demostrado ser digno de caminar con ella en esta nueva etapa. A ambos los auguramos éxito y longevidad en esa relación, siempre con el aval, la gracia y la anuencia de Dios, porque cuando Él es el centro, todo lo demás se ordena y se fortalece.
Educar en valores no es tarea del azar, sino un proceso constante de siembra, riego y ejemplo vivo. Como expresó Séneca: “Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías; breve y
eficaz por medio de ejemplos.” Y como diría Platón: “La educación es el adorno en la prosperidad y el refugio en la adversidad.”
Hoy siento un orgullo inconmensurable, pero también un vacío inevitable: el que deja ver partir a nuestra hija del regazo hogareño. Aun así, reconozco que es ley de vida, y agradezco profundamente al joven honorable que ha elegido como compañero, deseándoles larga vida en unión, salud y paz, con Cristo como guía y rey en su hogar.
La familia es el primer núcleo donde se forja el destino de una nación. Si queremos una República Dominicana fuerte, digna y justa, debemos volver al origen: educar con amor, disciplina y valores. La formación del carácter en nuestros hijos es la mejor herencia que podemos dejarle a nuestra patria. Nada está perdido: cuando sembramos en honestidad y educamos en responsabilidad, recogemos frutos de esperanza que trascienden generaciones.
Escrito por: Ing. Rafael A. Sánchez C.
DIOS ES BUENAZO…!!!